En los foros de debate sobre Medicinas Alernativas y Complementarias percibimos frecuentemente un sentimiento de división entre éstas y la Medicina hegemónica o alopática, como si ambas fueran visiones contrapuestas e irreconciliables. En nuestro entorno, no obstante, la mayoría de profesionales que ejercen las Medicinas Alernativas y Complementarias son profesionales maduros, con años de ejercicio en la medicina convencional y que no reniegan de ella sino que las utilizan indistintamente aunque a veces en marcos profesionales separados.
En la búsqueda de bases para entender la Terapia Neural, he comenzado a releer el Manual de Patología General del doctor Sisinio de Castro, en la edición de 1982 que es la que compré el año que estudiaba el tercer curso de Medicina en 1983. En aquellos tiempos decías que te habías comprado “el Sisinio”. Mi sorpresa ha sido encontrar el siguiente párrafo, desaparecido de la última edición (2013), que refleja que sólo hay una Medicina y distintas formas de acercarse a ella. La Medicina de la totalidad ya estaba en “el Sisinio” cuando yo estudiaba la carrera aunque haya necesitado 34 años para darme cuenta;
“Otra nota destacada de la Medicina actual es la justa valoración de la totalidad y la individualidad de cada hombre enfermo. El concepto de totalidad aplicado a cualquier ser vivo significa que en él el todo es algo más que la suma de las partes que le componen. Al tener en cuenta la totalidad del paciente se presta especial atención a las relaciones entre los sistemas orgánicos y se trata de comprender y controlar las alteraciones de la regulación, bajo la norma de alejarse del órgano para dar primacía a la consideración del organismo como un todo. La atención a la individualidad pretende captar el papel que juega la de cada enfermo en el proceso morboso o, lo que es lo mismo, valorar la intervención de lo endógeno en la enfermedad. Pero el pensamiento positivista acerca de la enfermedad, pese a que ha resultado muy fecundo, ha demostrado su limitación para dar una solución plenamente satisfactoria al problema de comprender científicamente y, sobre todo, curar las enfermedades, especialmente aquellas en las que interviene decisivamente la «siquis• del paciente. Es por ello que estamos asistiendo a un cambio de actitud, que ha introducido en el pensamiento médico las siguientes notas:
– reconocimiento de la insuficiencia de la Medicina científico-natural;
– convicción de que se impone situar en el centro de la Medicina el problema del hombre y, de esta forma, construir una Medicina personal o antropológica; se ha de tener en cuenta, por tanto, que el hombre enfermo, como el sano, es una unidad de cuerpo y alma, que está dotado de conciencia, es libre y responsable y capaz de elaborar proyectos para llenar su vida; y también se han de valorar los lazos que unen a cada ser humano con el resto de la Sociedad y con la Historia; y
– acuerdo sobre la necesidad de utilizar métodos y esquemas de pensamiento distintos de los de la Medicina científiconatural, para ampliar ésta abarcando la condición de persona del paciente. Pese a todo hay que reconocer que, quizás por no haber encontrado los métodos adecuados para seguir con éxito la nueva orientación, la atención sigue vertida sobre la Medicina científico-natural, que es la que se sigue enseñando, aplicando y ampliando”.
Sisinio de Castro del Pozo 1931-1995, segoviano, terminó sus estudios de Medicina en 1954 con un expediente sobresaliente, con 24 matrículas de honor. Concluida la Licenciatura ingresó como profesor ayudante de prácticas en la Facultad de Medicina, periodo que aprovecha para que su maestro, Don Miguel Herrador, le dirija la Tesis, que presentó con el título: “Contribución al Metabolismo del Hierro en la Edad Avanzada”.
En 1956 fue a Alemania para ampliar su formación, desde donde volvió a Valladolid para trabajar de Adjunto de Patología Médica, siendo además en 1969 encargado de la Cátedra de Patología General.
En 1970 aprueba la oposición a la Cátedra de Patología General en Salamanca. Si bien ya era querido y admirado por sus alumnos en Valladolid, es en Salamanca donde consolida su fama de excelente docente. Hizo ver a sus estudiantes que la Medicina es una ciencia Humanitaria, y que detrás de cada enfermo hay una persona a la que infundir ánimos.
Su actividad investigadora y científica fue muy importante, como lo avalan sus numerosos artículos. La atención cotidiana a la docencia y sus alumnos quedó reflejada en el clásico “Manual de Patología General”, “el Sisinio”.